Me llamaban ilusa por alimentarme de sueños. Dejaba la mente
en blanco, de fondo una buena canción, y así se pasaba la vida. Conocí lugares
únicos e imaginables, hice cosas prohibidas y no pocas veces. Besé de mil maneras,
lloré de mil y una, no olvidé nunca y recordé siempre. Y así crecía, pese a las
críticas de la gente seria. Con gente seria quiero decir aquella que lleva un
curso de vida recto y coherente, aquellas personas “normales” con una agenda
donde tienen escrito todo lo que tiene que hacer a cada hora, resaltando con
negrita la media hora que les corresponde al día para mantener en pie el
proyecto de ser feliz. Que al final todos queremos lo mismo, la diferencia es
que unos se focalizan en el objetivo y, otros, se dedican a adornarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario