martes, 12 de noviembre de 2013

NO TITLE


Me llamaban ilusa por alimentarme de sueños. Dejaba la mente en blanco, de fondo una buena canción, y así se pasaba la vida. Conocí lugares únicos e imaginables, hice cosas prohibidas y no pocas veces. Besé de mil maneras, lloré de mil y una, no olvidé nunca y recordé siempre. Y así crecía, pese a las críticas de la gente seria. Con gente seria quiero decir aquella que lleva un curso de vida recto y coherente, aquellas personas “normales” con una agenda donde tienen escrito todo lo que tiene que hacer a cada hora, resaltando con negrita la media hora que les corresponde al día para mantener en pie el proyecto de ser feliz. Que al final todos queremos lo mismo, la diferencia es que unos se focalizan en el objetivo y, otros, se dedican a adornarlo.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Hablemos de domingo.


Y otra vez Sabina como salvador de mi universo. La música bien alto, por favor, pero que no falte la letra. Y aún se sigue ilusionando con ese recuerdo que siguiendo el correcto curso de la vida ya debería estar en el fondo de un baúl lleno de polvo. Pero le echa un pulso al pasado. Se siente a contracorriente y eso le hace sentir diferente. Pero no es suficiente. Nunca es suficiente, siempre falta la última pieza del puzzle. Ya van más de 18 primaveras de sangre caliente e ilusiones a flor de piel por sentir que estaba cerca la perla que tanto buscaba, que tanto buscamos. Siempre apostando por el futuro. Que irónico, si es al único que no conoceremos nunca. Pero aún así le tenemos unas ganas tremendas, pensamos en él y se nos ponen unos ojitos de cordero degollado. Y seguirá así, hasta que se canse de amar algo que aún no llega. Un par de tragos a palo seco para olvidar aquello que nunca tuvo. Y es que la melancolía es agradable siempre y cuando uno no se pase de rosca.